"... no se trata tanto de hacer unos esfuerzos sobrehumanos para eliminar totalmente nuestros defectos y pecados ( algo que, en cualquier caso, está fuera de nuestro alcance!), sino de recuperar lo antes posible la paz, evitando la tristeza y el desaliento cuando caigamos en una falta o cuando nos sintamos afectados por la experiencia de nuestras imperfecciones. "Recuperar la paz lo más pronto posible es importante por varias razones:
- Es más eficaz para recibir la gracia de Dios, estar en paz para así dejar que Dios actúe.
- Complace y agrada más al Señor porque es una indicación de nuestra confianza y de nuestro deseo de abandonarnos a su misericordia.
- La angustia, la tristeza y el desaliento generalmente están mezclados con orgullo propio. "Cuando el que desconfía de sí mismo y confía totalmente en Dios comete alguna falta, no se extraña, no se disgusta ni se inquieta, porque comprende... que es el resultado de su fragilidad y del poco cuidado que ha tenido en depositar su confianza en Dios. Esa caída, al contrario, le enseña a desconfiar todavía más de sus fuerzas y confiar cada vez más en la ayuda [divina].
- Nuestra confianza debe llegar a tal punto que estamos convencidos de que "Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar provecho de todo, incluida nuestras faltas y nuestras infidelidades."
- Nos ayuda a diferenciar entre el auténtico arrepentimiento y el falso arrepentimiento que, en vez de llevarnos a los pies de Dios, nos llena de remordimientos, desánimo y angustias que nos paralizan.
No nos olvidemos que
"El que cae, pero se levanta inmediatamente, no ha perdido gran cosa; más bien ha ganado en humildad y en experiencia de la misericordia divina. Pierda más que el que permanece triste y abatido. La prueba del progreso espiritual no es tanto la de no caer, sino la de ser capaz de levantarse rápidamente de las caídas."¿Qué hacer cuando hemos pecado?
- Recordemos que mientras más pronto recuperemos la paz interior, mejor será.
- Es imprescindible que no variemos nuestros hábitos de oración. Recordemos que "nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Él."
- Presentarnos delante del Señor tal y como somos, pedir perdón con corazón sincero. Esto nos abre a recibir sanación y hace posible nuestra transformación.
- Recordemos que "la verdadera santidad consiste en reconocer siempre que dependemos exclusivamente de su misericordia."
- Demos gracias a Dios por su misericordia, por rescatarnos y guiarnos.
- Pensemos que si siempre hiciéramos lo correcto, si nunca pecaremos, correríamos el peligro de caer en la soberbia y en la vanidad, y nos olvidaríamos de que todo nos viene gratuitamente de Dios. Pecar, aunque es malo, nos mantiene humildes. La soberbia es un obstáculo al amor verdadero.
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