Thursday, August 24, 2017

Compartiendo mis lecturas 7: Mantener la paz frente a los propios defectos

Cada día nos enfrentamos a nuestros propios defectos, inconsistencias, faltas de carácter, pecados.Queremos cambiar, deshacernos de todo lo negativo en nosotros pero nos olvidamos de un principio fundamental
"... no se trata tanto de hacer unos esfuerzos sobrehumanos para eliminar totalmente nuestros defectos y pecados ( algo que, en cualquier caso, está fuera de nuestro alcance!), sino de recuperar lo antes posible la paz, evitando la tristeza y el desaliento cuando caigamos en una falta o cuando nos sintamos afectados por la experiencia de nuestras imperfecciones. "
Recuperar la paz lo más pronto posible es importante  por varias razones:

  • Es más eficaz para recibir la gracia de Dios, estar en paz para así dejar que Dios actúe.
  • Complace y agrada más al Señor porque es una indicación de nuestra confianza y de nuestro deseo de abandonarnos a su misericordia. 
  • La angustia, la tristeza y el desaliento generalmente están mezclados con orgullo propio. "Cuando el que desconfía de sí mismo y confía totalmente en Dios comete alguna falta, no se extraña, no se disgusta ni se inquieta, porque comprende... que es el resultado de su fragilidad y del poco cuidado que ha tenido en depositar su confianza en Dios. Esa caída, al contrario, le enseña a desconfiar todavía más de sus fuerzas y confiar cada vez más en la ayuda [divina].
  •  Nuestra confianza debe llegar a tal punto que estamos convencidos de que "Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar provecho de todo, incluida nuestras faltas y nuestras infidelidades."
  • Nos ayuda a diferenciar entre el auténtico arrepentimiento y el falso arrepentimiento que, en vez de llevarnos a los pies de Dios, nos llena de remordimientos, desánimo y angustias que nos paralizan.
No nos olvidemos que 
"El que cae, pero se levanta inmediatamente, no ha perdido gran cosa; más bien ha ganado en humildad y en experiencia de la misericordia divina. Pierda más que el que permanece triste y abatido. La prueba del progreso espiritual no es tanto la de no caer, sino la de ser capaz de levantarse rápidamente de las caídas."
¿Qué hacer cuando hemos pecado?

  • Recordemos que mientras más pronto recuperemos la paz interior, mejor será.
  • Es imprescindible que no variemos nuestros hábitos de oración. Recordemos que "nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Él."
  • Presentarnos delante del Señor tal y como somos, pedir perdón con corazón sincero. Esto nos abre a recibir sanación y hace posible nuestra transformación.
  • Recordemos que "la verdadera santidad consiste en reconocer siempre que dependemos exclusivamente de su misericordia."
  • Demos gracias a Dios por su misericordia, por rescatarnos y guiarnos.
  • Pensemos que si siempre hiciéramos lo correcto, si nunca pecaremos, correríamos el peligro de caer en la soberbia y en la vanidad, y nos olvidaríamos de que todo nos viene gratuitamente de Dios. Pecar, aunque es malo, nos mantiene humildes. La soberbia es un obstáculo al amor verdadero.


Monday, August 21, 2017

Compartiendo mis Lecturas 6: Mantener la paz ante los defectos de otros

Otra de las causas de que perdamos la paz interior es cuando nos enfrentamos a los defectos de los demás. La respuesta, dice el p.Philippe es la misma: la confianza y el abandono. Pero esa respuesta toma diferentes formas de acuerdo a cual sea la causa por la cual hemos perdido la paz.

El p. Philippe enuncia un principio general que se aplica tanto para la vida espiritual como para la cotidiana:
"... debemos velar no por desear únicamente cosas buenas en sí mismas, sino también, por quererlas de un modo bueno. Estar atentos no sólo a lo que queremos, sino también a la manera en que lo queremos. En efecto: frecuentemente pecamos así: deseamos una cosa que es buena, incluso muy buena, pero la deseamos de un modo que es malo."
Esto lo vemos mucho en nuestras familias: deseamos ciertas cosas buenas para nuestros hijos y maridos pero cuando las cosas no van como creemos, nos disgustamos, nos impacientamos, etc. En otras palabras perdemos la paz. De hecho "¡Cuanto más buena nos parece una cosa, más nos inquietamos y nos preocupamos por obtenerla!"
"Nuestro querer debe seguir siendo sereno, pacífico, paciente, desprendido, abandonado en Dios. No debe ser un querer impaciente, demasiado precipitado, inquieto, irritable, etc. [Es decir] deseamos cosas buenas en conformidad a la voluntad de Dios, pero todavía las queremos de un modo que no 'el modo de Dios', es decir, el del Espíritu Santo, que es dulce, pacífico y paciente, sino a la manera humana: tenso, precipitado, y defraudado si no logra inmediatamente aquello hacia lo que se tiende... Si deseamos al modo humano... el alma se conturba, se inquieta, pierde la paz, y obstaculiza las actuaciones de Dios en ella y en el prójimo."
Esta va no sólo para las cosas buenas que deseamos para los demás sino también para las cosas buenas que deseamos para nosotros mismos. San Francisco de Sales decía que
" nada retrasa tanto el progreso en una virtud como el desear adquirirla con demasiado apresuramiento."
Como querer crecer en paciencia. Ahora mismo.

En resumen: un deseo que hace perder la paz, por bueno que sea lo que deseamos en si mismo, no es de Dios. La misma actitud de abandono ante el sufrimiento se aplica aquí. Dios es quien hace crecer y quien convierte, no nuestra agitación,nuestra precipitación o nuestra inquietud.

Siempre tenemos opiniones de lo que deben hacer o como deben ser aquellos que nos rodean. Estamos seguros de lo que deben hacer para resolver sus problemas, para cambiar, para mejorar. Pero nos olvidamos que la única persona que podemos cambiar es nosotros mismos. Nuestra esfera de control es muy reducida, con un solo miembro: Yo.

 Lo que dice el p. Philippe me recuerda algo que he estado leyendo últimamente: Choice Theory o teoría de la elección. Las únicas cosas que puedo controlar son las que tienen que ver con mis palabras, mis acciones, mis ideas. etc. Las acciones, conductas, pensamientos de otros están fuera de mi control. Si, aún las de mi esposo e hijos.

El Señor nos pide que soportemos con paciencia los defectos del prójimo.  Este debe ser nuestro razonamiento:
"... si el Señor no ha transformado todavía a esa persona, no ha eliminado de ella tal o cual imperfección, ¡es que la soporta tal como es! Espera con paciencia el momento oportuno, y yo debo actuar como El. Tengo que rezar y esperar pacientemente. ¿Por qué ser más exigente y más precipitado que Dios?... Esta paciencia ... opera en nosotros una purificación indispensable. Aunque creemos desear el bien de los otros o nuestro propio bien, ese deseo suele estar mezclado con una búsqueda de nosotros mismos, de nuestra propia voluntad, del apego a nuestros criterios personales... que queremos imponer a los demás, y a veces, incluso a Dios. Debemos liberarnos a toda costa de esa estrechez de corazón y de juicio, a fin de que no se realice el bien que imaginamos, sino el que corresponde a los designios divinos, infinitamente más amplios y más hermosos." 
Dejar que Dios cambie, libere, sane en la manera que El quiera cambiar, sanar y liberar.  Es decir dejar ir nuestra estrechez de corazón y pensamiento y darle la bienvenida a la generosidad y abundancia de Dios.

Tuesday, August 15, 2017

Compartiendo mis Lecturas 5: Paz en medio del sufrimiento.

Nunca podremos entender completamente por qué Dios hace o permite las cosas que hace o permite. Si entendiéramos a Dios 100% del tiempo, él no seria Dios y, lo que es más, no tendríamos necesidad de la confianza. Nos vendría bien tener en mente que:
" La sabiduría del hombre únicamente puede producir obras a la medida humana; sólo la Sabiduría divina puede llevar a cabo cosas divinas, y a esa grandeza divina nos tiene destinados."
Nuestra respuesta al problema del mal debe ser confianza en el Amor y la Sabiduría de Dios.

Pero la confianza no nos viene naturalmente. Debemos deliberada e intencionalmente crecer en confianza.

¿Cómo?

Mediante la contemplación de Jesús. El dio su vida por nosotros. El sacrificio supremo del que ama. Si contemplamos con frecuencia el sacrificio de Jesús nos daríamos cuenta que,
"¿Qué se puede temer de un Dios que nos manifiesta su amor de un modo tan evidente? ¿Cómo no ha de estar por nosotros, plena y absolutamente a favor nuestro, cómo no ha de hacer todo por nosotros ese Dios amigo de los hombres que 'ni a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por nosotros?' Y ' si Dios esta por nosotros, ¿quién contra nosotros?' Si Dios está con nosotros, ¿qué mal podrá acaecernos?"
Para crecer en confianza es necesario pasar tiempo en oración contemplativa. Porque  el temor-el formidable enemigo de la confianza- no se combate con ideas sino con experiencias. "La certeza que infunde en nosotros el hábito de la oración es más fuerte que la que se desprende de los razonamientos, aunque sean de la más alta teología."

El padre Philippe continúa:
"Creo que ahí radica la verdadera respuesta al misterio del mal y del dolor, una respuesta no filosófica, sino existencial: ejercitándome en el abandono, adquiero la experiencia concreta de que, efectivamente, 'eso funciona', que Dios hace que todo coopere a mi bien, incluso el mal, incluso el dolor e incluso mis propios pecados. A fin de cuentas, cuando llegan ciertas situaciones que temía, después del primer impacto doloroso me parecen soportables y beneficiosas. Lo que consideraba en contra mía se revela como hecho a mi favor. Entonces me digo: lo que Dios, en su infinita Misericordia, hace por mi, tiene que hacerlo igualmente por los demás, y también por el mundo entero, de un modo misterioso y oculto."
Para crecer en confianza tenemos que crecer en abandono.

Abandono es poner TODO en las manos de Dios. Abandono es desprendimiento. Para que el abandono nos traiga paz interior debe ser total, sin excepción, porque la existencia humana no está "dividida en secciones". Aquellas partes de nuestras vidas a la que nos apegamos siempre terminarán trayéndonos inquietud y desasosiego.

Tendemos al apego, a aferrarnos a una gran variedad de cosas. Y en consecuencia nos olvidamos de lo que dijo Jesús: "el que pierda su vida por mi, la encontrará". En otras palabras: nos olvidamos de creerle a Dios. Y en este proceso de apego hacemos "un cálculo muy equivocado" porque acabamos con una carga enorme de preocupaciones y ansiedades innecesarias.

¿Y por qué tenemos la tendencia al apego y no al abandono?
porque "el demonio nos hace imaginar que, si se lo entregamos todo, Dios, efectivamente, nos tomará todo y 'arrasará' nuestra vida.¡Eso provoca un temor que nos paraliza por completo! Pero no hay que caer en la trampa. Al contrario, el Señor nos pide únicamente una actitud de desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo todo, pero no necesariamente todo, 'todo': nos deja la posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan servir a sus designios y no sean malas en sí mismas.Sabe también tranquilizarnos ante los escrúpulos que eventualmente podríamos sentir por disfrutar de ciertos bienes o de determinadas satisfacciones humanas, un escrúpulo frecuente entre los que aman al Señor y quieren hacer su voluntad. Hemos de creer firmemente que, si Dios nos pide un desprendimiento efectivo de determinada realidad, nos lo hará comprender claramente en el instante previsto; y ese desprendimiento, incluso si es doloroso en el momento, irá seguido de una profunda paz."

Dios no arrebata. Pide. Y nos hace saber lo que pide y cuando lo pide. 

El abandono es gracia. Es un fruto del Espíritu. Y no se nos negará si lo pedimos en fe y con fe.
Para crecer en abandono el p. Philippe sugiere meditar el salmo 23, el Señor es mi pastor nada me falta. Esto nos ayuda a saber a ciencia cierta que nada me falta en este momento y nada me faltará en el futuro. Muchas veces
"... vivimos en el medio de una ilusión: queremos que cambie lo que nos rodea, que cambien las circunstancias, y tenemos la impresión de que, entonces, todo iría mejor. Pero eso suele ser un error: no son las circunstancias exteriores las que han de cambiar: en primer lugar ha de cambiar nuestro corazón, purificándose de su encierro, de su tristeza, de su falta de esperanza: 'bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios' (Mt 5, 8). Bienaventurados los que tienen el corazón purificado por la fe y la esperanza, que dirigen hacia su vida una mirada iluminada por la certeza de que, a pesar de las apariencias desfavorables, Dios está presente, atiende a sus necesidades esenciales y que, por lo tanto, nada les falta. Entonces, si tienen esa fe, verán a Dios, que les acompaña y les guía: comprenderán que todas aquellas circunstancias que les parecían negativas y perjudiciales para su vida espiritual, en la pedagogía de Dios son, de hecho, medios generosos para hacerles avanzar y crecer."

 Santa Teresa de Lisieux dice que nos falta "la convicción de que el amor de Dios saca provecho de todo, del bien y del mal que se encuentra en mí."

Nos olvidamos de creerle a Dios.

A veces el sufrimiento no es nuestro, sino de alguien a quien queremos. Sufrir con los que sufre es compasión y la compasión es un fruto del espíritu , ¿cierto? Cierto. Siempre y cuando sea una compasión que es "dulce, pacífica y reconfortante. Pero nuestra "compasión" es muchas veces "inquieta y confusa". Es, según el p. Philippe, falsa compasión
" No soportamos el sufrimiento ajeno porque tememos sufrir nosotros... Es normal que nos sintamos profundamente afectados por el sufrimiento de un ser querido, pero si por este motivo nos atormentamos hasta el punto de perder la paz, significará que nuestro amor por esa persona no es plenamente espiritual, no es todavía un amor según Dios. Aún es un amor demasiado humano y sin duda egoísta, insuficientemente basado en una inquebrantable confianza en Dios...[ La compasión verdadera es una virtud cristiana que] procede del amor (que consiste en desear el bien de la persona a la luz de Dios y de acuerdo con los planes divinos) y no del temor (miedo al dolor, miedo a perder algo). De hecho, con frecuencia nuestra actitud ante los que sufren en nuestro entorno está más condicionada por el temor que fundada en el amor."
Tengamos en cuenta que:
"Dios ama a nuestros prójimos infinitamente más e infinitamente mejor que nosotros. Desea que creamos en ese amor y que sepamos también abandonar en sus manos a los que amamos. Y, con frecuencia, nuestra ayuda será más eficaz... Nuestros hermanos y hermanas que sufren necesitan a su alrededor personas tranquilas, confiadas y alegres, que las ayudarán con mayor eficacia que las angustiadas y preocupadas."
Esto no quiere decir que no debemos hacer nada por aliviar el sufrimiento de otros pero subyacente a todo lo que hagamos debe estar  una actitud de total abandono y confianza.

Para hacerle frente cara a cara al sufrimiento nos será de gran ayuda, de acuerdo al p, Philippe, "tomar en serio el misterio de la Encarnación y el de la Cruz; Jesús tomó nuestra carne, tomó realmente sobre sí nuestros sufrimientos, y de este modo está en todo el que sufre."
Meditar en esto nos lleva a saber que si Jesus está en todo el que sufre no hay por que desesperarse.
"En todo dolor hay un germen de vida y de resurrección.'

Thursday, August 10, 2017

Compartiendo mis lecturas 4: ¿Cómo reaccionar ante lo que nos hace perder la paz?

El miedo es el mayor enemigo de la paz.
Tenemos miedo de no conseguir lo que deseamos, o lo que pensamos nos hace falta; o por el contrario tenemos temor de perder lo que ya hemos conseguido. Esto se aplica a todos los aspectos de nuestra vida.

¿Qué nos permitirá permanecer siempre en paz? Parecería tarea imposible. Después de todo
"El hombre nunca está seguro de obtener lo que desea, todo lo que tiene entre sus manos puede desaparecer de un momento a otro; no cuenta con garantía alguna en la que pueda apoyarse plenamente."
Nuestro instinto es planear, prevenir, etc. El padre Philippe asegura que,
"Se puede decir que el medio más seguro de perder la paz es precisamente tratar de asegurar la propia vida con la única ayuda de medios humanos, de proyectos y decisiones personales o apoyándose en otro." 
 De acuerdo a él sólo hay una solución:
"Para mantener la paz en medio de los avatares de la existencia humana, no tenemos más que una solución: apoyarnos únicamente en Dios con una confianza plena en El, como ese 'Padre del cielo que sabe que necesitáis todas esas cosas' (Mt 6, 32)."
El cita uno de mis pasajes favoritos, el de los lirios del campo (Mt 6, 24-34). Cuando lei este pasaje esta vez lo que llamó mi atención fue " en todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?" ¡La inutilidad de la preocupación!

Claro que no hay que mal interpretar. Jesus no nos dice "no trabajes",  "no planees", "no ahorres", no hagas listas", "no te eduques", "no pienses en el futuro". El tan solo nos dice que no nos estresemos, que no nos preocupemos o angustiemos.
"¡Cuántos disgustos y tormentos inútiles se ahorrarían si quisieran tomar en serio estas palabras (las de Mt 6, 24-34) que son palabras de Dios, y palabras de amor, de consuelo y de una ternura extraordinaria! "
En otras palabras cuánta ansiedad evitaríamos si le creemos a Dios.

Nuestro gran problema entonces es que no tenemos confianza en Dios.
"Esa es la gran victoria del Padre de la Mentira, del Acusador:¡conseguir poner en el corazón de un hijo de Dios la desconfianza hacia su Padre!"
Esa desconfianza es uno de los efectos del pecado original y la vida espiritual es ese proceso largo de recuperar " por la gracia del Espíritu Santo, esa confianza perdida que nos hace decir de nuevo a Dios:¡Abba, Padre!"
En ese proceso encontramos dos obstáculos:
1) Dificultad en creer en la providencia de Dios
"Mientras no hayamos experimentado concretamente ese fidelidad de la Divina Providencia para proveer nuestras necesidades esenciales, nos cuesta creer y abandonarnos a ella."
"Sólo experimentaremos el apoyo de Dios si le dejamos el espacio necesario para que pueda manifestarse... [porque] 'Dios nos da en la medida en que esperamos de El'.
"...el problema es que " muchos no creen en la Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la han experimentado porque nunca han dado el salto al vacío, el salto de la fe, y  no le dejan la posibilidad de intervenir."
¿Está Dios en contra de la previsión, de la planeación? ¡No! Pero
"hay una enorme diferencia entre la actitud del corazón del que-por temor a verse desprevenido, y no creyendo la intervención divina a favor de los que cuentan con ella-programa anticipadamente hasta los menores detalles y solo actúa dentro de la medida exacta de su capacidad actual, y la del que, ciertamente, hace todo lo que es legítimo, pero se abandona confiadamente en Dios para emprender todo lo que pide y que supera sus posibilidades.¡Y lo que Dios nos pide está siempre por encima de nuestras posibilidades naturales!" 
2) El temor al sufrimiento

El sufrimiento es parte de nuestra vida. No sabemos a ciencia cierta porque Dios lo permite. Lo que si sabemos es que la fortaleza del cristiano radica en saber, como dice Santa Teresa de Lisieux, que
"Dios no permite sufrimientos inútiles"
Debemos estar completamente convencidos de que
"... tanto en el ámbito de nuestra historia personal como en el de la historia del mundo, Dios es lo bastante bueno y poderoso como para utilizar a favor nuestro todo el mal, cualquiera que sea, y todo el sufrimiento, por absurdo e inútil que parezca. No podemos  tener una certeza matemática o filosófica de esto: sólo puede ser un acto de fe, pero es precisamente un acto de fe el que nos invita a proclamar la Resurrección de Jesús, entendida y asumida como la victoria definitiva de Dios sobre el mal."
Nunca entenderemos porque el mal esta presente en el mundo, por qué hay sufrimientos para los malos y para los buenos. Pero si lo entendiéramos todo no habría necesidad de confianza.
Así que nuestra arma para enfrentar el sufrimiento es la "confianza filial en Dios, en su Amor y en su Sabiduría."

La Paz Interior por Jacques Philippe. Compartiendo mis lecturas 3

La buena voluntad es condición esencial para la paz interior . Pero, ¿qué es la buena voluntad?
"Es la disposición estable y constante del hombre que está decidido a amar a Dios sobre todas las cosas, que en cualquier circunstancia desea sinceramente preferir la voluntad de Dios a la propia."
En otras palabras,
"[la buena voluntad es] la disposición habitual del corazón (cuyo fundamento se encuentra en las virtudes de fe, esperanza y caridad) que permite que la gracia de Dios nos conduzca poco a poco hacia la perfección."
Es importante darnos cuenta que la buena voluntad es una disposición, no es perfección. No es desear la voluntad de Dios inmediatamente, cien por ciento del tiempo, porque eso sería imposible para nosotros. La buena voluntad comienza con la determinación (un acto de la voluntad) de decir sí a Dios en todas circunstancias, grandes y pequeñas.. Esa determinación nos guiará y nos traerá de vuelta una y otra vez.

Y algo consolador,
"¿Qué nos pide Dios, sino esta buena voluntad? ¿Qué podría exigir de nosotros El, que es un Padre bueno y compasivo, sino ver que su hijo desea amarle sobre todas las cosas, sufre por no amarle lo suficiente y está dispuesto, incluso si se sabe incapaz, de desprenderse de todo lo que se oponga a su petición? ¿No tendrá el mismo Dios que intervenir ahora y dar cumplimiento a esos deseos que el hombre es incapaz de alcanzar sólo con sus propios medios?"
En otras palabras, Dios no nos pide querer su voluntad. El tan solo nos pide tener la disposición de querer su voluntad. El nos pide buena voluntad. Entonces podemos decir que "esta buena voluntad basta para tener el derecho de conservar en paz el corazón, incluso si, a pesar de eso, aún tenemos muchos defectos y debilidades."

¿Qué quiere decir el p. Philippe con esto? Me parece que él está diciendo que el corazón que tiene buena voluntad, esa disposición habitual de preferir la voluntad de Dios, puede alcanzar y mantener la paz interior. Es decir que la buena voluntad es condición esencial  y condición suficiente para mantener la paz. Esencial porque sin ella no se alcanza la paz ( si no aceptamos la voluntad de Dios estamos en lucha constante con nuestras circunstancias) pero con ella basta para alcanzar la paz (porque eso es lo que Dios espera de nosotros: que tengamos el deseo de amarlo sobre todas las cosas). Aún cuando lo único que podemos ofrecer es querer querer su voluntad. 



Tuesday, August 8, 2017

La paz interior por Jacques Philippe. Compartiendo mis lecturas 2


¿Qué anhelamos en momentos de tribulación ? ¿Qué queremos restaurar? ¿Qué no queremos perder? ¿Qué es lo primero que perdemos?

LA PAZ

El p. Philippe citando a Lorenzo Scuopoli dice:
"El demonio pone en juego todo su esfuerzo para arrancar la paz de nuestros corazones,  porque sabe que Dios mora en la paz, y en la paz realiza cosas grandes."
Muchas veces, dice el p.Philippe, nos equivocamos de combate. Muchos psicólogos estarían de acuerdo con el padre:
"...uno de los grandes 'secretos' de la lucha espiritual: no equivocarnos de combate, saber discernir, a pesar de la astucia del enemigo, cuál es el auténtico campo de batalla, contra que hemos de luchar realmente, y dónde debemos centrar nuestro esfuerzo."
Por ejemplo, muchas veces buscamos la perfección, o nos proponemos no caer más, o no tener problemas, o resolver nuestras circunstancias de una vez por todas. Campo de batalla equivocado. Esfuerzo inútil.
"...nuestro esfuerzo [no debe dirigirse a] conseguir siempre la victoria, sino más bien, a aprender a conservar la paz del corazón en cualquier circunstancia, incluso en la derrota."
El combate espiritual se lleva a cabo en nuestra mente. Para recobrar (o mejor dicho no perder la paz) cada pensamiento que "nos lleva a la confusión, al temor,  o al desaliento" debe ser contrastado con un pensamiento que nos re-asegure, que nos conforte y nos de animo.  Y un pensamiento esencial es
"... todas las razones que tenemos para perder la paz son malas razones." 
Podríamos  sentarnos y hacer una lista larga de todas las razones que tenemos para perder la paz. Pero aplicaríamos el criterio del mundo. Parecería que la razón nos dice que no puede haber paz en el medio de malas circunstancias. O que nuestra paz es contingente a nuestras circunstancias externas (falta de problemas, éxito, etc). Pero:
"Para nosotros los creyentes, la razón esencial en virtud de la cual podemos estar siempre en paz no procede del mundo.'Mi reino no es de este mundo'(Jn 18,36).Viene de la confianza en la Palabra de Jesús."
En Juan 14, 27,  Jesús dice: " la paz les dejo, mi paz les doy".
"Cuando el Señor afirma que nos deja la paz, que nos da la paz, sus palabras son palabras divinas, palabras que tienen la misma fuerza creadora que las que hicieron surgir el cielo y la tierra de la nada, el mismo peso que las que calmaron la tempestad, las palabras que curaron los enfermos y resucitaron a los muertos. Y puesto que Jesús nos declara en dos ocasiones que nos da su paz, creemos que esta paz no se nos retirará jamás.'Los dones y la vocación de Dios son irrevocables' (Rom 11, 29). Lo que ocurre es que no siempre sabemos recibirlos o conservarlos, porque con frecuencia nos falta la fe."
Este párrafo vale la pena leerlo más de una vez porque en resumida cuenta, como una vez oí a un sabio hombre decir, todo vuelve a una pregunta básica ¿creemos en Dios o le creemos a Dios?
¿Le creemos cuando nos dice que él ha vencido el mundo? ¿Le creemos cuando el dice que 'si Dios está por nosotros quien contra nosotros'?

Aplicaciones prácticas de esta sección del libro para mi:

  • Tomar control de los pensamientos negativos y combatirlos con pasajes de la escritura donde Dios me da animo, me conforta, me asegura la victoria, etc.
  • Recordar que todas las razones para perder la paz son malas razones.
  • Afirmar y re afirmar que las palabras de Jesús son palabras de Dios con la misma fuerza creadora. 
  • Resolución de "creerle a Dios".



La paz interior por P.Jacques Philippe. Compartiendo mis lecturas 1


El padre Philippe ha escrito una joya de libro: La paz interior.

El comienza con una gran verdad:
"Nuestra época es una época de agitación y de inquietud. Esta tendencia, evidente en la vida cotidiana ... se manifiesta también... [en] la vida cristiana y espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad y del servicio al prójimo suele ser también agitada y angustiada en lugar de confiada  y serena..."
Esta evidencia de agitación es evidente. Tan sólo tenemos que echar un vistazo a las noticias. Pero también hay mucha falta de paz en nuestras vidas. Estamos llenos de preocupaciones, reales o imaginarias, buscadas o inesperadas. El padre Philippe nos recuerda que
"... es fundamental que lleguemos a comprender un día que el itinerario hacia Dios y hacia la perfección es mucho más corto y también mucho más fácil cuando el hombre aprende poco a poco a conservar en cualquier circunstancia una profunda paz en su corazón."
En resumen: la paz interior es el camino a la santidad.

Un requisito importante para comprender la importancia de la paz interior: debemos estar convencidos absoluta y completamente de esta verdad evangélica: " separados de mí no pueden hacer nada" (Juan 15, 5)
"es esencial que estemos persuadidos de esta verdad, y para que se imponga en nosotros no sólo en el plano de la inteligencia, sino como una experiencia de todo el ser, habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios...[T]odas esas pruebas ... son necesarias para convencernos de nuestra radical impotencia para hacer el bien por nosotros mismos... [A]dquirir esta convicción ... es el preludio imprescindible para las grandes cosas que el Señor hará en nosotros por el poder de su gracia."
¿Y cómo dejamos que Dios actúe en nuestras vidas ?

Hay muchos aspectos implicados en la respuesta a esa pregunta: oración, leer las escrituras, recepción de los sacramentos, servicio al prójimo etc. Pero en este libro el p. Philippe se concentra en una respuesta muy especifica
"para permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros y (con la cooperación de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia  y de nuestras aptitudes, por supuesto) produzca todas esas obras buenas que Dios preparó para que por ellas caminemos (Ef 2,10), es de mayor importancia que nos esforcemos por adquirir y conservar la paz interior, la paz de nuestro corazón."
Piensa - dice el p. Philippe- en un lago. En días donde el tiempo es claro y sin viento la superficie del agua refleja el sol de manera nítida y radiante; en los días donde el viento agita y perturba la superficie, el sol no puede reflejarse en el agua.
"Algo así sucede en lo que se refiere a nuestra alma respecto a Dios, cuanto más serena y tranquila está, más se refleja Dios en ella, más se imprime su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gracia."

Y claro, lo opuesto es también verdad. Si las circunstancias de nuestras vidas nos roban la paz la gracia de Dios se verá oprimida y no operará en nuestras vidas porque Dios es un Dios de paz. En el libro de Isaias el Señor dice: "Vuelvan y quédense tranquilos y estarán a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza. Pero ustedes no quisieron." (Is 30,15) . El Señor nos hace una observación importante: la tranquilidad y su corolario, la confianza, nos darán fuerzas para enfrentar lo que sea. En otras palabras, la ansiedad, la agitación, las preocupaciones, no son buenas consejeras. Si escuchamos sus voces tomaremos decisiones muy pobres.

Esta exhortación a hacer nuestra la verdad evangélica de que sin Dios nada podemos hacer no es una invitación a la pasividad o a la indolencia frente a nuestros problemas y circunstancias, es por el contrario, una invitación a la acción. La diferencia es que en la tranquilidad y la confianza nacida del convencimiento de que "sin Dios nada podemos" nuestras acciones y actitudes estarán iluminadas por el Espíritu Santo porque en la tranquilidad y la paz interior seremos capaces de escuchar.

Si como cristianos estamos llamados a amar al prójimo pareceria que volver nuestra atención a la búsqueda de la paz interior es egoísta y centrada en el yo. Parecería pero no es así. La paz interior nos libera. Si estamos consumidos por la ansiedad, la preocupación, las angustias no queda lugar para nada más. Deshacernos de la ansiedad abre lugar para pensar en el prójimo.

¿Y es fácil?

No. La vida del cristiano es una lucha constante. Por algo nos recomienda San Pablo que vistamos la armadura de la fe (Ef 6). Sólo necesita armadura aquel que lucha. Y como dice el p. Philippe:" sin combate no hay victoria."

Luchar nos enseña a conocernos, nos templa, nos acerca más a Dios, nos da a conocer su amor y misericordia.  Esa lucha diaria es vehículo de transformación y santificación.
"Sin embargo, el combate espiritual del cristiano, aunque en ocasiones sea duro... no es...la lucha desesperada del que se debate en medio de la soledad y la ceguera, sin ninguna certeza en cuanto al resultado... Es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado...No combate con su fuerza, sino con la del Señor que dice,'Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza' (2 Cor 12,9), y su arma principal no es la firmeza natural del carácter o la capacidad humana, si no la fe... que le permite abandonarse con una confianza ciega en Aquel que no puede abandonarlo."
Esto nos lleva otra vez a lo que decíamos arriba. El cristiano puede mantener la calma, la paz, porque tiene la absoluta certeza de que nada puede si esta separado de Dios. Es esa certeza que nos lleva adelante porque no luchamos con nuestras propias fuerzas sino con las de Dios.