El padre Philippe ha escrito una joya de libro: La paz interior.
El comienza con una gran verdad:
"Nuestra época es una época de agitación y de inquietud. Esta tendencia, evidente en la vida cotidiana ... se manifiesta también... [en] la vida cristiana y espiritual: nuestra búsqueda de Dios, de la santidad y del servicio al prójimo suele ser también agitada y angustiada en lugar de confiada y serena..."Esta evidencia de agitación es evidente. Tan sólo tenemos que echar un vistazo a las noticias. Pero también hay mucha falta de paz en nuestras vidas. Estamos llenos de preocupaciones, reales o imaginarias, buscadas o inesperadas. El padre Philippe nos recuerda que
"... es fundamental que lleguemos a comprender un día que el itinerario hacia Dios y hacia la perfección es mucho más corto y también mucho más fácil cuando el hombre aprende poco a poco a conservar en cualquier circunstancia una profunda paz en su corazón."En resumen: la paz interior es el camino a la santidad.
Un requisito importante para comprender la importancia de la paz interior: debemos estar convencidos absoluta y completamente de esta verdad evangélica: " separados de mí no pueden hacer nada" (Juan 15, 5)
"es esencial que estemos persuadidos de esta verdad, y para que se imponga en nosotros no sólo en el plano de la inteligencia, sino como una experiencia de todo el ser, habremos de pasar por frecuentes fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios...[T]odas esas pruebas ... son necesarias para convencernos de nuestra radical impotencia para hacer el bien por nosotros mismos... [A]dquirir esta convicción ... es el preludio imprescindible para las grandes cosas que el Señor hará en nosotros por el poder de su gracia."¿Y cómo dejamos que Dios actúe en nuestras vidas ?
Hay muchos aspectos implicados en la respuesta a esa pregunta: oración, leer las escrituras, recepción de los sacramentos, servicio al prójimo etc. Pero en este libro el p. Philippe se concentra en una respuesta muy especifica
"para permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros y (con la cooperación de nuestra voluntad, de nuestra inteligencia y de nuestras aptitudes, por supuesto) produzca todas esas obras buenas que Dios preparó para que por ellas caminemos (Ef 2,10), es de mayor importancia que nos esforcemos por adquirir y conservar la paz interior, la paz de nuestro corazón."Piensa - dice el p. Philippe- en un lago. En días donde el tiempo es claro y sin viento la superficie del agua refleja el sol de manera nítida y radiante; en los días donde el viento agita y perturba la superficie, el sol no puede reflejarse en el agua.
"Algo así sucede en lo que se refiere a nuestra alma respecto a Dios, cuanto más serena y tranquila está, más se refleja Dios en ella, más se imprime su imagen en nosotros, mayor es la actuación de su gracia."
Y claro, lo opuesto es también verdad. Si las circunstancias de nuestras vidas nos roban la paz la gracia de Dios se verá oprimida y no operará en nuestras vidas porque Dios es un Dios de paz. En el libro de Isaias el Señor dice: "Vuelvan y quédense tranquilos y estarán a salvo. En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza. Pero ustedes no quisieron." (Is 30,15) . El Señor nos hace una observación importante: la tranquilidad y su corolario, la confianza, nos darán fuerzas para enfrentar lo que sea. En otras palabras, la ansiedad, la agitación, las preocupaciones, no son buenas consejeras. Si escuchamos sus voces tomaremos decisiones muy pobres.
Esta exhortación a hacer nuestra la verdad evangélica de que sin Dios nada podemos hacer no es una invitación a la pasividad o a la indolencia frente a nuestros problemas y circunstancias, es por el contrario, una invitación a la acción. La diferencia es que en la tranquilidad y la confianza nacida del convencimiento de que "sin Dios nada podemos" nuestras acciones y actitudes estarán iluminadas por el Espíritu Santo porque en la tranquilidad y la paz interior seremos capaces de escuchar.
Si como cristianos estamos llamados a amar al prójimo pareceria que volver nuestra atención a la búsqueda de la paz interior es egoísta y centrada en el yo. Parecería pero no es así. La paz interior nos libera. Si estamos consumidos por la ansiedad, la preocupación, las angustias no queda lugar para nada más. Deshacernos de la ansiedad abre lugar para pensar en el prójimo.
¿Y es fácil?
No. La vida del cristiano es una lucha constante. Por algo nos recomienda San Pablo que vistamos la armadura de la fe (Ef 6). Sólo necesita armadura aquel que lucha. Y como dice el p. Philippe:" sin combate no hay victoria."
Luchar nos enseña a conocernos, nos templa, nos acerca más a Dios, nos da a conocer su amor y misericordia. Esa lucha diaria es vehículo de transformación y santificación.
"Sin embargo, el combate espiritual del cristiano, aunque en ocasiones sea duro... no es...la lucha desesperada del que se debate en medio de la soledad y la ceguera, sin ninguna certeza en cuanto al resultado... Es el combate del que lucha con la absoluta certeza de que ya ha conseguido la victoria, pues el Señor ha resucitado...No combate con su fuerza, sino con la del Señor que dice,'Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza' (2 Cor 12,9), y su arma principal no es la firmeza natural del carácter o la capacidad humana, si no la fe... que le permite abandonarse con una confianza ciega en Aquel que no puede abandonarlo."Esto nos lleva otra vez a lo que decíamos arriba. El cristiano puede mantener la calma, la paz, porque tiene la absoluta certeza de que nada puede si esta separado de Dios. Es esa certeza que nos lleva adelante porque no luchamos con nuestras propias fuerzas sino con las de Dios.
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